Entonces me desperté cuando la luz de una farola entró por la tronera. Palpé el lecho y no había mujer alguna. ¿Habrá sido todo un sueño? Me dije. Pero encontré restos de semen por las sábanas aún húmedo y el olor a hembra. Me levanté y a tientas encontré una pared y hallé unos cortinajes duros como una alfombra puesta de pie y tiré de ellos un poco. La luz artificial de la calle en la que ya había anochecido inundó despacio aquella estancia que había permanecido lustros a oscuras y, por un momento, tuve miedo de que todo se quebrase, de que todo se derritiera ante la claridad, pero no ocurrió nada.
manual de ultramarinos: Una novela por entregas: Capítulo 16
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