VV.AA.Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC). León. 2014. 312 Págs. Bruno Marcos
La Fundación Cerezales es una excepción dentro del actual ecosistema cultural que nos tiene acostumbrados a estereotipos cuyos resultados muchas veces nos decepcionan. Surgida desde el ámbito privado y alentada por un prurito de ilustración, que evoca a los principios del krausismo de mejoramiento por la educación, está caminando, sin embargo, mucho más allá. Sus estrategias de acción para un contexto determinado se han vuelto una referencia vivamente unida a la contemporaneidad.
Ejemplo claro de esto es la publicación que, en forma de libro, acaba de ver la luz, Territorio archivo, el documento que plasma más de cuatro años de trabajo en torno al lugar y el tiempo, la memoria y el territorio, no desde una arqueología nostálgica y regresiva, como tantas veces se hace, sino desde la construcción de un suelo sólido que permita abordar el presente e, incluso, el futuro. No domina el relato el arcaísmo que idealiza la vida antigua del mundo rural y demoniza la vida contemporánea posterior al éxodo y la despoblación, sino la naturalidad, una mirada tranquila. "Si Territorio archivo se manifiesta -escribe Alfredo Puente, el coordinador del proyecto- como un monumento a las nostalgia algo habremos hecho mal.(...) No forma parte de los objetivos del equipo reclamar ningún tiempo pretérito mejor, ni seducir con un discurso empantanado en sepia y sin aristas."
Con Territorio Archivo se ha pretendido vertebrar la identidad del lugar. Para ello los autores del proyecto se hicieron amigos de los habitantes de las zonas del Condado, Curueño o Lugán, para escucharles y ver las fotografías que tenían en sus casas. El cineasta Chus Domínguez decidió actuar como un etnólogo cuando al recibir el encargo de filmar un documental sobre la zona vio que se trataba de un conjunto de pueblos prácticamente vacíos en invierno. Dice en el libro: "Pero me negaba a hacer un trabajo nostálgico sin proyección alguna hacia el futuro, encerrado en sí mismo y en una estética de la desolación. Fue entonces cuando pensé en la posibilidad de trabajar con las fotografías existentes en las casas." Y añade algo muy interesante: "Aunque las fotografías siempre pertenezcan al pasado, la voz que las comentase pertenecería al presente, y sería la verdadera voz actual del territorio.(...) Aún más, surgió la idea que podría ayudar a evitar el pathos de añoranza y la pulsión de muerte asociadas a la fotografía: la posibilidad de incorporar fotografías que se hicieran en el futuro." Y para realizar esto último pensaron en hacer un archivo en lugar de una película, ya que el archivo permanece abierto en el tiempo no como la película que en algún momento tendría que ser cerrada. Sin embargo el resultado es algo distinto, algo más que un mero archivo, precisamente porque estos parámetros condicionaron su gestación.
Una de las cosas más sorprendente es el hecho de que a los habitantes de estas comarcas se les nombrase, en su día y dentro de este proyecto, conservadores domésticos de un fondo documental común, cosa que por otro lado venían haciendo aunque de forma particular. Reconocer esa actividad familiar dentro de un proyecto colectivo es lo verdaderamente nuevo ya que lo esperable era que la institución, como tantas otras, se dejara llevar por el "mal de archivo". También cabe destacar la disposición y el modo que se ha diseñado para acceder a este material ajeno a agrupamientos costumbristas, así como el uso novedoso de las folcsonomías, clasificaciones generadas por la gente.
La Fundación Cerezales Antonino y Cinia ha dotado de visibilidad y soporte a la memoria de esta zona de León pero no con un museo etnográfico al uso, ni siquiera con un dispositivo de almacenamiento de los recuerdos, sino con una estructura de colectivización y pervivencia de un patrimonio común como común fue el presente en que tuvo lugar y será el futuro que le espera.
(en Contexto Global y tribuna de Diario de León)
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