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TRISTES TAIGAS Por Bruno Marcos En La Nueva Crónica




Fundación Cerezales Antonino y Cinia. Cerezales del Condado. León. España.
Del 19 de Julio a 11 de Octubre de 2015
Horario: De 12 a 14 y de 16 a 21h. Lunes cerrado. (Entrada gratuita)
Exposición: El Cazador
Comisariado: Rosa Yagüez Juárez. FCAYC.
Fotógrafo: Álvaro Laiz


La Fundación Cerezales lleva ya tiempo acercándose a la producción cultural contemporánea de una forma insólita. Ha construido un diálogo en el hic et nunc, el aquí y el ahora, en el cual no ha escamoteado nada de la realidad en la que está implantada y, además, ha dinamizado la interlocución con todas las herramientas que el mundo actual pone sobre la mesa.
En esta última exposición que estos días se inaugura, El Cazador, del joven fotógrafo Álvaro Laiz, comisariada por Rosa Yagüez, nos presenta un buen ejemplo de lo que es para ellos la forma adecuada de aproximarse al trabajo de un artista. Mientras casi todas las instituciones culturales parecen desear neutralizar las carreras de los artistas sometiéndolas a toda suerte de imposturas en las que sus discursos han de modularse al capricho de las agendas temáticas, sociopolíticas, o simplemente de la moda, la Fundación Cerezales se acopla a la marcha de un artista y extrae de él cuanto le es de provecho a sus propios objetivos al tiempo que le dota de medios y recursos para realizar su trabajo.
Así, fuera de plazos, convocatorias, requisitos y jurados de particulares gustos, la Fundación envió  a Álvaro Laiz a realizar su proyecto personal sobre los cazadores de tigres a la otra punta del planeta, a la jungla boreal, donde la extrema localidad de un lugar entrase en empatía con la del otro. Pasar de proyectos suyos anteriores tan enraizados como Territorio Archivo -que construyó un fondo de memoria común y colectiva de la zona en la que la Fundación está- a este otro de El Cazador, cerca del mar del Japón, desmonta todos los arquetipos sobre lo local y lo global al extraer, en ambos casos, desde la más radical localidad, un relato plenamente nítido. Despoblación, naturaleza, clima adverso, los animales, la memoria, el olvido, la leyenda o el mito popular, entre otros, son temas perfectamente conocidos para las gentes de uno y otro lugar. Igualmente duros que el relato del asesinato a manos de un familiar del que fuera anfitrión del fotógrafo en la triste Taiga los tenemos nosotros aquí, y no hace tanto que las montañas que se ven desde Cerezales estuvieron pobladas no por los tigres de Amur sino por hombres lobo que pasaron hasta once años solos en las cueva del maquis.
Es coherente con el discurso de esta institución que el trabajo de Álvaro Laiz se acerque a esa veta tan sabia de la fotografía etnográfica y que los documentos que nos muestra el autor aquí incorporen un trabajo de campo y que los rostros que enseña actualicen el repertorio del libro del ser humano.
Conviene al trabajo de Álvaro Laiz dotarse precisamente de los recursos de la antropología y la etnografía y de sus metodologías, seguramente más que de los resabios del arte contemporáneo, al tiempo que se aleje de ese gran peligro de lo pintoresco. Acercarse a la realidad como aquel Claude Lévi-Strauss, que, sabiéndose fuera del mundo académico y universitario, fue libre para acceder a una antropología radical y escribir una gran obra, Tristes trópicos, que indica algo fundamental, la categorización de la cultura como el nexo entre mundo y sociedad. Ir a la búsqueda rousseauniana del buen -o del mal- salvaje con cierta melancolía como la de los Tristes trópicos de la que no está exento el trabajo de Laiz. Tener presente algo fundamental, y que no siempre recordamos, que él trabajo intelectual debe procurar transformarnos. Léase al respecto aquella frase levistraussiana: «Nunca más, en ninguna parte, volveré a sentirme en mi casa».

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