jueves

Dakovika

manual de ultramarinos: Una novela por entregas: Capítulo 12

Comenzó a nevar tanto que la espesa blancura de los copos tejía un velo impenetrable que nos impedía avanzar. Sobresaltados y agotados por la pelea con los asesinos de perros nos sentamos bajo una antena parabólica y la giramos para que nos cobijara de la descomunal precipitación. Allí y en eso, con la respiración aún agitada, reparamos en la catedral que a pocos metros se erizaba. Iluminada para los turistas de invierno aparecía como un sueño mastodóntico y pétreo, como una auténtica locura hecha realidad entre las casuchas miserables cuyos tejados usábamos en nuestros desplazamientos y que se derrumbaban de vez en cuando. Sus agujas de piedra se clavaban en el infinito negro a través de la nieve voladora como una pesadilla preñada de imposibilidades, perfectamente estructurada, mientras las estrellas ocultas por nubes de noche contemplaban nuestras vidas paupérrimas de huidos del tiempo, de prófugos imposibles de lo irreparable.

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